viernes, 2 de mayo de 2025

LA MINGA DEL PRIMERO DE MAYO

 LA MINGA DEL PRIMERO DE MAYO



Es bueno salir en patines 

el primero de mayo a la avenida El Dorado 

y toparse con un tsunami indígena 

proveniente de todas las naciones 

que conforman un país 

con materialidad y textura de collage

 

Aceptar la ventosa que te absorbe 

y poner el celular en modo video 

para surfear entre la corriente 

con su óptica viva y sus oídos invisibles

entre hilos de lenguas y tambores


Celebrar la misteriosa fuerza 

que irradian millares de pieles coloreadas 

con todos los pigmentos de la tierra

los cantos ataviados en iraca y algodón 

lana y chaquiras ceremoniales 


Rozar con travellings coquetos 

los  bastones de mando 

que podrían levantarse y tildarte de intruso

y sonreírle a los ojos 

a cada partícula caminante

que pareciera conjugar memorias 

de rabia 

y obsesiones de esperanza


Diego Garcia Moreno 

Bogotá, 1 de mayo de 2025



PARA VER VIDEO ENTRA AL ENLACE:
https://youtu.be/8eRR1OGkvUQ



domingo, 20 de abril de 2025

Un texto sobre "BALADA DEL MAR NO VISTO" por un joven crítico Cinematográfico

No lo conozco. Me contactó por messanger a través de una amiga de Medellín. Lo mejor es que me escribas por whatsapp, le contesté,  y le pasé mi número. Al día siguiente recibí el siguiente mensaje: 

"Buenos días. Soy Santiago Nicolás Giraldo Enríquez, Camila Valentina me dio su contacto por la conversación que se tuvo sobre el texto que escribí acerca de Balada del mar no visto (1984). Quiero agradecerle profundamente la disposición de hablar conmigo, y quiero también enviarle el texto y conocer su opinión y observaciones al respecto del mismo. Feliz tarde y resto de semana".

Reproduzco el texto:

Balada del mar no visto (1984), de Diego García Moreno

Vista del atardecer en el trópico

Santiago Nicolás Giraldo Enríquez*





Mis ojos vagabundos
—viajeros insaciados— conocen cielos, mundos,
conocen noches hondas, ingraves y serenas,
conocen noches trágicas,
ensueños deliciosos,
sueños inverecundos… (…)
Mis ojos vagabundos,
mis ojos infecundos…:
no han visto el mar mis ojos,
no he visto el mar!

–León de Greiff, 1922






 



Parte de lo interesante que tiene el sinuoso territorio de Medellín, son los muchos matices culturales (y, por ende, sociales) que, procedentes del resto de Antioquia y Colombia, se han hecho lugar ahí. Las transformaciones inherentes a la violencia y el “progreso” han marcado su contorno y la forma de acercarse a él. Pasa igual con sus ciudadanos, cuyas identidades están definidas por el multiculturalismo, por ser de un montón de lugares y de la ciudad.  ninguno, por formar retazos de esa nada abstracta a la que uno pertenece cuando vive en la Montaña, valle, costa, llano, cuenca. Terrenos de enormes dimensiones. Geografía esquiva. 


Con imágenes atrapantes de esa mezcla y un ojo atento a los embates de la sociedad en que deviene, Diego García Moreno filma en su Balada del mar no visto (1984), la errancia de un hombre que, armado con su balsa y su silencio, busca el mar; quizás más allá del asfalto, quizás debajo de él, quizás en las siluetas de las montañas. Su proveniencia es un misterio, igual que la necesidad detrás de su propósito. Ese misterio es el punto principal de la película, que no intenta desenmascararlo, sino valerse de él para darle profundidad a sus imágenes, para representar el escrúpulo a la otredad que tiene un país hecho de otredades. Es la suya una metáfora cinematográfica que carga consigo los sonidos y movimientos de esa ciudad violenta que cambia sus fachadas, pero no sus tradiciones.


El espacio y su violencia persisten en el tiempo. Es su exterior el que nos sugiere que la gente cambia de obsesiones, que la necesidad de remodelar todo espacio urbano esconde tras de sí una vergüenza por sus raíces. La marginación social es, en parte, responsabilidad de ese afán por asirse a la idea de una “esencia”, que resulta absurda en cuanto se comprende que esa ciudad “en construcción” es como un gran barco al aire libre ya naufragado, cuyas piezas se dispersaron y cambiaron de forma.

Cambian.


Nunca dejan de cambiar.

 

En la cinta, por su parte, el espacio se ensancha y se encoge conforme la muchedumbre oprime al protagonista, o él se evade en la soledad de sus sueños.Su balsa y su concha marina disienten con el resto del entorno porque, en la rareza que evocan, se concentra también la historia de la ciudad, de sus migrantes violentados, rechazados. Así, lo onírico y lo visceral crean una poesía de ensoñaciones atropelladas, intranquilas y herrumbrosas. Se unen en la imagen y chocan mutuamente con una intensidad bella y humeante; colorida por los lugares que visita y tórrida por el aire espeso que se estanca en ellos.


Si la arquitectura de la ciudad es como un gran barco a la deriva, se podría decir que sus gentes –aquellas que caminan, que inundan, que mueven los pies en una danza diaria que bien podría ser una natación extrapolada– y sus calles –suerte de corrientes incesantes–, son el mar que se filtró por entre sus escombros. Son el mar visto a diario. Un mar opaco y turbulento. 


Sueños en la violencia; ciudad hecha mar: en el territorio de la película y en el territorio de la ciudad vislumbramos un abismo de lucecitas amarillas, blancas y azules, al que, conforme uno le acerca el oído (como la concha marina), deja de escuchar balbuceos, para confundirse dentro de él. Para hundirse allí mismo. Así el silencio del protagonista es atacado porque disiente del ahogo de los gritos, la música, los carros y ese ruido gris eterno que parece no venir de ninguna parte.


Finalmente somos llevados a otra montaña, la de basura, en la que se incineran detritos y las máquinas se abren paso por entre las personas que rebuscan un sustento. Niños sentados sobre los desechos observan directamente a la cámara; les falta sonreír para parecerse a los hijos de las familias que aparecen en los anuncios y en las postales. No sonríen. Ese lugar desahuciado es el fin de una cadena de producción irrefrenable que se ahorca a sí misma. Que oprime a sus olvidados y niega sus disparidades. Que contamina los ríos con espumas mugrientas, vestigios del mar urbano en cuyas costas oscuras la gente sobrevive día con día. 


García Moreno cierra su metraje con el movimiento de las lavazas. A lo largo de este, propone acompañar a un personaje escueto que deja estampas a su paso, que arrastra los pies en la amargura de un tango, que asciende en los remolinos de la montaña. Verlo ahora, tras el paso de los años, nos dirige a una pantalla delgada, por la que el óxido de la violencia demuestra que envejece, pero no se va. Su narrativa no tradicional y su visión de la ciudad desde adentro, mezclada con elementos visuales que inspiran otros imaginarios, hacen de esta una caminata inmersiva e insinuante, que nos lleva a la deriva, al atardecer de Medellín: aletargada en sus mareas, en sus arreboles, en sus sensorialidades vespertinas. Nadamos en pleno centro de la ciudad que conoce el mar, pero no lo ha visto.


* Cineasta interesado en las formas divergentes de la imagen y en los métodos de producción alternativos en los que se indague el sentido poético de la misma. Crítico de cine en formación, con interés en el medio colombiano y sus cambios históricos, así como en la crítica como ente literario y poético.


Diego García Moreno y El negro Billy durante el rodaje de Balada del mar no visto


La respuesta que le envié a Santiago Nicolás fue:

Hombre Santiago Nicolás, muy acertada y emotiva tu aproximación a la película. Confieso que me conmoviste. Es como si hubieras llegado a su médula. Qué bueno que tantas décadas después la película guarde su esencia y la transmita. Qué bueno que hayan espectadores como vos que van más allá de ser receptores pasivos y se atreven a manifestar a través de la escritura sus impresiones, vivencias, análisis. 

Muchas gracias por compartirme el texto. Me autorizas a subirlo a mi blog?


P.D. Este artículo fue publicado originalmente en la revista Canaguaro

jueves, 30 de enero de 2025

PLASTILINA DE SUEÑOS


Febrero llega 

El agite ciudadano impone sus tensiones 

y amenaza con borrar los recuerdos de la temporada

 Por fortuna algunas imágenes han encontrado refugio 

en los anaqueles de mi computador 


Tal vez las visitaré  en las pausas de mis obligaciones l

a lo mejor 

algún día surgirá una excusa para rescatarlas 

y convertirlas en fragmentos de un relato 


De lo que sí estoy seguro 

es que ellas 

sin solicitar ningún permiso 

se infiltraron en los túneles de la memoria y

 a su amaño se regalan 

como plastilina de mis sueños


    Diego García-Moreno, Bogotá ,30 de enero de 2025


miércoles, 15 de enero de 2025

EN SUS MARCAS, LISTOS...



En sus marcas, listos... estoy en forma para arrancar la nueva jornada dispuesta en el calendario. Con la mente reseteada, celebrando el borrón voluntario de información basura acumulada en el año precedente, con el cuerpo "overjoliado" a punta de brazadas y brazadas en el mar cómplice de El bajo en Isla Fuerte. Con ese silencio multiforme que deja un rompecabezas de girasoles de Van Gogh de no sé cuántas fichas, completado por pura terquedad y el deseo de no pensar en nada sino en colorcitos, texturas y variaciones imperceptibles de formas troqueladas. Tarareando el sonsonete de nuevas cancioncitas inspiradas en elementales situaciones del tropical cotidiano que nos ofreció Fuerte Mayal, abordaré la lancha que nos llevará al temido continente. Claro que hay tembleque entre las tripas. Por supuesto que los compromisos asustan, que los proyectos pendientes incitan al retorno y estimulan el instinto aventurero, pero también lanzan oleajes fríos que delatan incertidumbre, alertan sobre inevitables tropiezos y exponen banderas naranjas donde se alternan palabras que van desde el triunfo hasta el fracaso, desde la angustia a la dicha, que la burocracia espanta, que los noticieros desconciertan con sus bocados apocalíticos, que los trancones persisten y pueden echar al traste en un ataque de impotencia los propósitos forjados entre noches de luna y apacibles palmeras. Ya veremos qué albedrío nos espera. Me siento listo, allá nos vemos. En sus marcas, listos, ya!

viernes, 22 de noviembre de 2024

RECUERDOS DEL CORAZÓN


Los boleros y los médicos sirven, entre otras cosas, para recordarnos el corazón. A veces las fotos también son útiles. Cuando la Escuela Nacional de Cine ENACC tenía su sede en la carrera 11 con 74, decidieron asociar sus salones con películas colombianas. Enorme sorpresa me llevé cuando un día llegué a dictar un taller y me correspondió "El corazón", en homenaje a mi película. Encontré esta foto entre el desorden de mis archivos de imágenes. Al verla sentí emoción y nostalgia, escuché, como dice mi hermana Silvia, un ligero trote en mi corazón. Aquel edificio ya no lo ocupa la escuela y nuestras películas fueron borradas de los salones, pero entre imágenes furtivas, boleros, médicos y galopes intermitentes en nuestro pecho recordamos que tenemos corazón.

martes, 12 de noviembre de 2024

MI HIMNO NACIONAL


El pasto es verde

los guayos del color de sus antojos

las piernas son cerebro fusil genio y consigna

el pecho ostenta el hierro seductor de un empresario
y en el uniforme escampan los caprichos nacionales


Pantalonetas medias y camisas 

proclaman las banderas las restituyen y estilizan 

los corazones se alinean al ritmo de las tensiones

mientras un barullo estrepitoso se fermenta en las tribunas


Pieles cortezas 

pieles negras pieles morenas lustrosas 

pieles rosas pieles pálidas pieles hiel pieles cerveza 

pieles tatuadas pieles impresas como relatos de amor

una carta de grises prodiga en emociones


Perfiles agudos perfiles chatos

narices rasgadas penínsulas caprichosas 

atisbos miradas inquietas ojeadas 

continentes a la deriva micro-mundos condensados 


Suena la orquesta siempre una trompeta

un bombo un grito de guerra una nostalgia

una marcha sin vergüenza un escampadero

para apátridas errantes o combatientes perpetuos


Las mandíbulas se abren o se cierran

sin tener que masticar tantos esfuerzos

acatan órdenes enviadas por el viento caprichoso

del sonsonete que brota desde el vientre de la infancia


Amasado entre los dientes y la lengua 

sus párrafos inundan las gargantas

celebran remotas gestas triunfadoras

amenaza con promesas de futuros venturosos


Se derrama desafinado entre los labios ruidosos

del coro de futbolistas de mi patria y de otras tantas

atonales arrítmicos cacofónicos

libres pensadores del ritmo y la armonía


interpretado con  la potencia de sus muslos

la voluntad del triunfo el temor de la derrota

y la rabia del rencor a su vecino

su chata melodía desconcierta a los coros celestiales


Desde el sofá miro en la tele el concierto de mi equipo 

si en las ventanas los materos tiemblan con su canto

espero que su juego derrote sin compasión a mi vecino

con el fútbol melodioso estimulado por mi himno nacional.


                                                Al coro de la Selección Colombia 

                                                Diego García Moreno- Bogotá, nov  2024

    

He sido un cultivador de cartas... pero se extinguen los huertos, las postales, los destinos. Busco materos, balcones, ventanas, lienzos libres donde pueda sembrar mis dudas, mis palabras, las cascadas de imagen que a veces se me ocurren. Dale hombre, me han dicho algunas fieles amistades, invéntate un blog, escribe. Ya verás que es un buen andén para compartir tu risa, tu silencio, tus desdichas. Curioso, dócil, ingenuo, acepto jugar a lo impreciso.